Mientras el mundo se apresura a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, créditos de carbono se han convertido en una herramienta clave en la transición a una economía con bajas emisiones de carbono. Si bien el concepto puede parecer complejo, en esencia se trata de asignar un valor a la contaminación y ofrecer un mecanismo basado en el mercado para controlarla. En esta publicación, analizamos qué son los créditos de carbono, cómo funcionan y por qué son importantes para las empresas, las personas y el planeta.
Los créditos de carbono son permisos que representan el derecho a emitir una tonelada métrica de dióxido de carbono (CO₂) o su equivalente en otros gases de efecto invernadero. Básicamente, actúan como una «licencia para contaminar», pero dentro de un límite regulado. Las organizaciones pueden comprar, vender o intercambiar estos créditos según la cantidad que emitan, lo que crea un incentivo financiero para reducir las emisiones.
Hay dos tipos principales: créditos de cumplimiento, que forman parte de los programas establecidos por el gobierno, y créditos voluntarios, que las personas o empresas compran para compensar su propia huella de carbono fuera de las obligaciones legales.
La idea básica es simple: si una empresa reduce sus emisiones por debajo de un determinado umbral, obtiene créditos que puede vender. Si otra empresa supera su límite, puede comprar esos créditos para cumplir con los requisitos. Este mecanismo se conoce como «capitalización y comercio».
En el mercado voluntario, las personas o las empresas pueden comprar créditos de carbono de proyectos que eliminan o evitan activamente las emisiones, como la reforestación, las instalaciones de energía renovable o los programas de captura de metano. Estos créditos ayudan a equilibrar las emisiones que aún no se pueden eliminar.
Los créditos de carbono se crearon como parte de una estrategia global para reducir los gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, ofrecer flexibilidad a los emisores. El concepto cobró impulso con el Protocolo de Kioto en 1997 y se desarrolló aún más en el marco del Acuerdo de París.
Al introducir un costo para las emisiones de carbono, los créditos tienen como objetivo:
Están diseñados para que sea más viable desde el punto de vista económico reducir las emisiones que pagar por el derecho a contaminar.
Los créditos de carbono son utilizados por una amplia gama de partes interesadas. Los gobiernos y las empresas son los actores más activos en los mercados de cumplimiento, particularmente en industrias como la energía, la fabricación y el transporte.
Sin embargo, individuos y pequeñas empresas participan cada vez más en el mercado voluntario. Por ejemplo, una empresa podría compensar las emisiones de su transporte marítimo o un viajero podría compensar el impacto de carbono de un vuelo. Las plataformas han facilitado la compra de créditos verificados, haciendo que la sostenibilidad sea más accesible para todos.
Los créditos de carbono ofrecen una serie de ventajas ambientales y económicas cuando se usan de manera responsable:
Para las empresas, participar en los mercados de carbono también puede mejorar su imagen de marca, cumplir los objetivos ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) y prepararse para la futura regulación.
A pesar de su potencial, los créditos de carbono no están exentos de controversia. Los críticos argumentan que pueden usarse como una forma de evitar hacer reducciones reales de emisiones, básicamente «comprar una conciencia limpia» sin cambiar el comportamiento. Otros apuntan a problemas de verificación y transparencia, donde los créditos se venden sin pruebas sólidas de los beneficios climáticos reales.
Para abordar estos desafíos, se están desarrollando protocolos de verificación más estrictos y sistemas de auditoría independientes. Es crucial que los créditos de carbono se utilicen como parte de un estrategia integral de descarbonización, no como sustituto de la acción directa.
Los créditos de carbono son una pieza de un rompecabezas climático mucho mayor. Ofrecen una forma de impulsar la financiación para las soluciones climáticas y motivar la reducción de las emisiones, pero funcionan mejor cuando se combinan con esfuerzos reales para reducir la contaminación en su origen. A medida que aumenta la presión para que todos los sectores asuman su responsabilidad, comprender y usar los créditos de carbono de manera efectiva puede ser un paso hacia un futuro más sostenible.