Los contratos energéticos suelen esconder obligaciones que, si se pasan por alto, pueden poner en riesgo el rendimiento y la viabilidad de los proyectos. Convertir esas obligaciones en acciones claras y rastreables ayuda a proteger los ingresos, mantener la confianza de los inversores y evitar disputas costosas. Este caso real muestra por qué la gestión sistemática de contratos ya no es opcional: se ha convertido en una ventaja estratégica.
